¿Os acordáis de mi incapacidad total para la síntesis? ¿De cuando mi pequeño Koala me confesó, hace ya casi dos años, que mis historias estaban muy bien pero que por favor fuera al grano… que abreviara? Pues me temo que no lo he conseguido…

Quiero pensar que en realidad lo que sucede es que mi Medianita Favorita se hace mayor a pasos agigantados y quiere ir de independiente por la vida, pero lo cierto es que ahora, en lugar de pedirme cada noche que le cuente cosas bonitas para soñar con ellas y no tener pesadillas, ha diseñado un invento con el que ya no necesita PARA NADA que sea yo la que prepare su camino onírico y le ayude a trazar la senda que recorerrá desde su almohada.

¿Y qué invento es este?, que diría la Montiel… Pues nada más y nada menos que una ruleta.

La Ruleta de los Sueños del Koala.

Vino a enseñármela tan contenta. «¡Mira, mami, ya no tienes que ayudarme a soñar bonito, con esta ruleta ya puedo saber con qué tengo que soñar!»

Yo sonreí con los dientes apretados, mientras gritaba horrorizada por dentro.

Está genial, cariño… (así, entre dientes) pero… ¿mis historias también te gustan… no?

¿Eh? ¿Verdad que sí…? Sí… ¿no?

«Sí, sí… claro… pero es que en la ruleta he puesto todo lo que me gusta, mamá. TODO.»

Ah… ya… y en mis historias no estaba TODO, ¿no? y además la ruleta es más rápida, claro… porque mamá se enrolla como las persianas… ¿verdad?

¿Eh? ¿Eeeeeh?

No… no dije nada de eso. Solo lo pensé. ¡Mientras me quedaba sin lengua!

Así que ahora, al acostarse, mientras le robo ese beso que antes me regalaba, hace girar la flecha, de forma que es el azar –y no mi prolífica prosa– el que decide qué mundo maravilloso explorará cuando todo quede a oscuras.

Las opciones que maneja son fabulosas, todo hay que decirlo… Tanto, que no he podido ni regañarla por las faltas de ortografía…

Chocolate y golosinas, Piruletas y «regalizes», Caramelos y princesas, «Adas» y princesas, Gimnasia y «balet»,  Profesoras y chuches, Amigos y «peluceria»… Combinaciones ganadoras.

Planazos. Sin duda.

Desde entonces, cuando entro a taparlas y a darles el último beso antes de acostarme, miro sus enormes ojos cerrados, su pulgar cayendo entre los labios, sus manitas agarrando el pompón de la colita de sus «guau-guaus» de peluche… y trato de imaginar la película que esa cabecita llena de sueños y rizos locos estará proyectando para ella…

No voy a negar que me siento un tanto frustrada. Celosa, incluso. Desplazada por una máquina como el Hombre por el Ingenio que él mismo ha desarrollado a lo largo de la Historia. Superada por su creación, por su obra. Y aunque en el fondo me siento orgullosa de ella, tengo que confesar que patalearía como una chiquilla caprichosa y consentida si con ello lograra que me buscara de nuevo para nombrarme -otra vez- guardiana de sus sueños.

Luego la veo sonreír mientras duerme y me doy cuenta de que lo único importante es que sueñe, que sueñe bonito, vengan de donde vengan sus sueños.

Y que en realidad esto vale para todos.

¡Dulces sueños también para vosotros!