Todos los amigos de mamá son buenos

Ayer murió uno de los mejores amigos de una de mis mejores amigas, con el que yo había coincidido a menudo y al que tenía mucho aprecio. Estuve todo el día impactada por la noticia, porque tenía 38 años y porque hacía apenas mes y medio que le habían diagnosticado su enfermedad.

Al final del día, mi Comino mayor me preguntó por qué estaba triste. Le contesté que porque un amigo se había ido al cielo y le di un beso para que se metiera en la cama. Empezó a hacerme preguntas: que cómo se llamaba, que por qué se había ido al cielo, que de qué estaba malito, cuántos años tenía, de qué lo conocía yo, por qué no lo conocía ella…

Me enfadé. Me enfadé porque estaba cansada y triste y necesitaba quedarme sola y hablar con mi amiga y llorar un rato en paz. Le dije que no fuera tan pesada, que hacía demasiadas preguntas… Fui al baño y, al salir, pasé por la puerta de su habitación y la escuché hablar. Le estaba pidiendo a Jesús que cuidara de él. Le dijo «yo no lo conozco, pero todos los amigos de mamá son buenos».

Me sentí fatal por haberla tratado así… por no escucharla, por no dejarle hablar… por poner otra vez por delante mi cansancio… pero luego me paré a pensar en lo que había escuchado y me sentí orgullosa de ella. Y pensé que, a lo mejor, yo tengo algo que ver en todo eso…

Buen viaje, amigo… Si estás con Él… mi Comino se encarga de que te cuiden…

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