¡Busca!

“¡Busca!, ¡Busca!, ¡Busca!”

Todavía recuerdo con temor aquella palabra perforando mis oídos y guiando sin sentido la prolongación de mi cuerpo sobre el suelo, empujándome a la nada sin dejarme pensar.

“¡Busca!”, me decía, y yo intentaba razonar, pero era tal la urgencia de encontrarla que apenas si podía coordinar el movimiento por los pasillos laberínticos de la barroca mansión.

Aquel sentimiento me pinchaba las articulaciones y me oprimía el alma contra los muros de la piel, inundando toda mi capacidad con un solo objetivo: encontrarla. Tenía que encontrarla.

Recorrí las estancias inundadas de luz buscando la tibieza de su sombra, tratando de encontrar esa vertiginosa mirada que saciaba mis más recónditos deseos desde su peligrosa altura.

A mi paso encontré gente, palabras, gestos, todo mezclado en un cocktail subliminal que machacaba mi entendimiento y lo hacía nulo, pero aquella orden permanecía limpia y fuerte y remontaba el tumulto con la fiereza asalmonada de un titán que va más allá del simple propósito. “¡Busca!, ¡Busca!, ¡Busca!… Sólo eso… ¡Busca!”

El olfato iba por delante como un lazarillo, anunciando sin afirmar mis próximos encuentros y, de pronto… la promesa dulce en mi nariz de tu aroma cercano, el perfil perfecto en mi mente de tu pirámide divina con las caprichosas leyes de la perspectiva dibujando la unión de un solo ojo en el vértice.

Sólo una curva más. “¡Busca! ¡Busca!… ¡Un poco más y aquí estará!”

…¡Dios!… allí estaba…

La triunfante emoción que se olvida del músculo y te inunda de calidez dorada mientras descienden de las alturas la mano y la sonrisa.

“Muy bien, Bobby… ¡muy bien!”

@nslmdC, 1996

Un comentario en “¡Busca!

  1. NoSoyLaMadreDeCaillou dijo:

    Este relato lo escribí hace… uf… media vida… En el instituto, cuando todavía existía COU. El profesor de literatura organizó un taller con unos escritores de La Ciudad Innombrable que acababan de fundar una revista, «La siesta del lobo«, y que vinieron a contarnos lo imposible de subsistir a base de crear, entre otras muchas cosas.

    Lo escribí, lo leí y me lo pidieron para un número en el que iban a hablar de esos fantasmas internos que todos tenemos. Era el número 3, ‘Los Demonios Cotidianos’, que se publicó en 1998.

    El nombre de la revista venía de una figura surrealista según la cual todos los hombres somos varios hombres y, al menos uno de ellos, es un lobo. Un lobo que nos conoce. Un lobo al que hay que dormir para poder crear.

    Duerme, lobo… duerme… shhh…

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