Supongo que estarás harto de recibir mensajes de despedida.
Cansado de reproches, de que todos deseen que te acabes y que te vayas.
Que te vayas y que no vuelvas.
Por eso te escribo.
Porque me parece injusto tanto desprecio.
Y no quiero que te acabes sin despedirme de ti… y sin darte las gracias.
Gracias por la inesperada felicidad.
Por la ilusión.
Gracias por las risas, las mariposas y los calambritos. Por las chispas.
Gracias por los mensajes bajo las sábanas y las noches en vela.
Por el vino, las estrellas, los peces y los Beatles.
Gracias por los pinos. Por la nieve y el mar. Y por la pista de patinaje.
Gracias por la moto y el viento en la cara.
Gracias por los besos.
¡Por tooooodos los besos!
Por las caricias, la piel, las pupilas, las ganas, las lágrimas y el deseo.
Gracias por darnos la oportunidad de mirarnos de frente.
Y recorrer juntos este camino.
Gracias por los niños.
Cuando están… Y cuando se van.
Gracias por dejarme saber qué se siente
cuando te aman como tú amas.
Y de pronto todo encaja.
Sería absurdo negar que algunas cosas te han sobrado.
Lo de los piojos en Nochebuena no te lo perdono… 😉
Por todo lo demás…
Gracias. Muchas gracias.
Ojalá no te acabaras nunca.

P.D.: Y… gracias por el champagne… y la foto.