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…Y coincidir

Cuando era pequeña (y repelente, lo sé), me afectaba mucho todo lo que me decían. Después también… aunque de eso me di cuenta mucho más tarde. Cuando me sentía mal, solía hacerme un ovillo en la moqueta de nuestra primera casa, cerraba los ojos y me imaginaba a mí misma ahí sentada, sola, vista desde un cohete que subía y subía… y que se iba alejando al tiempo que yo me hacía cada vez más y más pequeñita… hasta que ya no se me veía… hasta que desaparecían mi casa, los tejados, mi ciudad, mi país, los otros países, los continentes, mi planeta, los otros planetas… y sólo se veían estrellas y cielo negro.

Entonces pensaba: “con lo insignificante que soy… con lo insignificantes que somos todos… ¿cómo puede ser que nos afecten tanto algunas cosas? ¿Por qué me duele lo que me dice esa persona que es tan minúscula como yo?” Así, sin saberlo, iba aprendiendo a relativizar… y hacerlo me reconfortaba, aunque es verdad que no siempre funcionaba.

Ahora, sin embargo, lo suelo hacer al revés. Cuando todo va mal, bajo desde ese cielo negro lleno de estrellas sorteando planetas a gran velocidad hasta que llego a La Tierra, y atravieso continentes, países, ciudades, casas, personas… hasta que llego al momento en el que tú y yo nos encontramos, en el que coincidimos… y entonces me doy cuenta de que el Universo se toma demasiadas molestias para que dos personas se conozcan… y me siento afortunada.

Afortunada porque hizo lo imposible para que yo estuviera en ese lugar… justo el día y a la hora en que se cruzaron nuestras miradas… y nos dio la oportunidad de descubrir que nos gustábamos, que tengo un lunar en la barbilla, que amarnos era posible, que mi pequeña se llama como tu primer amor… y que por esas preciosas casualidades estaríamos juntos toda la vida…

Afortunada porque me sentó a tu lado en aquel burguer justo para ver que tú también te comías las hamburguesas en redondo. Porque te hizo alta, como yo, y que por eso seríamos amigas para siempre…

Afortunada porque nos eligió a los dos para grabar en nuestros corazones la misma canción. También para siempre.

Bendecida porque sólo a nosotras dos nos dio esta familia en la que nacer y ese mismo lugar al que pertenecer y volver. Y que gracias a ese sutil movimiento del viento seríamos hermanas para siempre. Madre e hija. Padre e hijas.

Maravillada porque eligió la misma ciudad para ti y para mí. O el mismo bar. O el mismo parque… La misma escuela. Un semáforo, quizá. Un cine. Un cachito de hierba. La misma infancia. Una tecla. La misma ola de ese inmenso océano… Da igual…

¡Todo tan insignificante! Que asusta.

Asusta la pequeñez. Lo indefensos que estamos ante el abismo del espacio y el tiempo. Asusta lo desagradecidos, cobardes y egoístas que somos, siempre intentando dominar una fuerza que no nos pertenece en lugar de levantar la vista y vivir. Dejarse llevar. Luchar por él. Luchar por ella. Luchar por seguir siendo nosotros. Aprovechar que TODO ha girado en torno a dos ridículas motas de NADA. Que todo está en orden. En ese orden que no es nuestro.

El Universo no podrá ocuparse siempre de nosotros.

Quién sabe… quizá no tengamos muchas más oportunidades de amar… de compartir… de coincidir.

tantosmundos

Gracias, A.R., por la foto 😘

4 comentarios en “…Y coincidir

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