Me acuerdo de ti
cuando cambia la hora.
Que coman sano.
Fruta y verdura a diario.
Fibra, que beban agua, que vayan al baño.
*Nota aclaratoria: Escrito en femenino por pura comodidad.
Úsese también en sentido contrario si fuera (o fuese) necesario
En ocasiones acabamos atrapadas en relaciones imposibles porque nos erigimos en salvadoras del otro. En sanadoras, cuidadoras perpetuas, hombros siempre dispuestos a consolar llantos ajenos.
Atendemos y tenemos en consideración traumas de la infancia, problemas antiguos y recientes, conflictos con madres, padres, exparejas y otras faunas, ansiedades y angustias varias, miserias de todo tipo. Por comprender, comprendemos hasta lo incomprensible. Entendemos lo que, desde fuera, nos extrañaría que alguien fuera capaz de entender. Abanderamos causas que ni siquiera sus responsables atienden.
Hoy es el cumpleaños de Tercerita… De mi Pequeña Plon, del Pompón, de mi Sorpresa, mi Perdonavidas, mi Bombón, mi Bebé… Que ya cumple cinco. Sigue leyendo
En julio de 2008, La Hermanica y yo llevamos a mi sobrino, el Niño Pizo, al Zoo. A punto de cumplir cuatro años, todavía era el Único en la familia…
Cuando llegamos, lo primero que vimos fueron los flamencos. Me agaché a su lado a observarlos y, con los ojos enormes, me preguntó: «Tía-i… ¿cómo se llaman esos animales?». «Flamencos, cariño», le dije yo, «se llaman flamencos».
Entonces me miró, se quedó observando los flamencos con atención y, al rato, me volvió a mirar y me preguntó: «pero… ¿todos?».
Y así nacieron las Crónicas Marquianas.
Mi Ingeniera de Cominos me dijo hace unos días, de buena mañana, que no se creía que todavía no fuera cuarentona. Yo me hice la súper indignada y le dije: «vale, saca papel y lápiz, que vas a restar: 2017 menos 1978». La idea le debió parecer aterradora porque acabó cediendo. «¡Vale, vale! ¡¡Te dejo que seas treintaynueveona!!»
El tema no es nuevo… Hace ya tres años, cuando ella no tenía todavía 5 y yo me encontraba en la flor de la treintena, me regaló esta bonita reflexión mientras le hacía trenzas frente al espejo:
– Mamá, ¿tú sabes lo que te va a pasar?
– No sé… ¿qué me va a pasar?
– Pues que te vas a hacer una viejecita así «¡arrugada, arrugada, arrugada!» (mientras encogía los codos y los deditos como si estuviera contando monedas)
– ¡Hombreeeeee! ¡Jolín, qué cosas me dices, hija! ¿y a ti? ¿qué te va a pasar a ti?
– Pues que me haré mayor como tú eres ahora
– Claro… y tendrás tus bebés y serás mamá como yo… ¡pero para eso queda muuuuuuucho tiempo!
– Sí… pero para lo tuyo queda menos.
¡Feliz cumpleaños a mí!
Cuando era pequeña (y repelente, lo sé), me afectaba mucho todo lo que me decían. Después también… aunque de eso me di cuenta mucho más tarde. Cuando me sentía mal, solía hacerme un ovillo en la moqueta de nuestra primera casa, cerraba los ojos y me imaginaba a mí misma ahí sentada, sola, vista desde un cohete que subía y subía… y que se iba alejando al tiempo que yo me hacía cada vez más y más pequeñita… hasta que ya no se me veía… hasta que desaparecían mi casa, los tejados, mi ciudad, mi país, los otros países, los continentes, mi planeta, los otros planetas… y sólo se veían estrellas y cielo negro. Sigue leyendo
La vida te trae, te lleva, te da, te quita… a veces te sacude, otras te eleva y te hace volar; en ocasiones marea hasta hacerte desear a gritos que pare todo… que tú te bajas… pero en medio de toda esa locura LA VIDA, con mayúsculas, siempre te ofrece un lugar seguro al que volver. No importa dónde, Amiga… nos seguiremos encontrando.
Hoy he ido a contar un cuento a la clase de Mi Medianita Favorita para celebrar el Día del Libro. Esta mañana, cuando la he sacado de la cama, se lo he recordado y se ha puesto contentísíma. Al rato, entra en mi habitación y me pregunta: «mami, ¿de qué te vas a disfrazar?» Le digo: «pues de nada, cariño… voy a ir vestida normal». «Es que la mamá de Fulanito», me explica, «ha venido disfrazada de Minnie a leernos el cuento». «Ya… Pero es que yo me tengo que ir después a trabajar… y además no tengo ningún disfraz». Entonces ha suspirado, me ha mirado de arriba a abajo y me ha dicho: «bueno… pero por lo menos ponte guapa, ¿vale?».
Dos años tomando decisiones y, sobre todo y por encima de todo, siendo INMENSAMENTE FELIZ. Realmente pienso y siento que no puedo pedirle más a la vida (bueno… venga… el euromillones…) y eso hace que todo, absolutamente todo, se vea de otro color. Sigue leyendo