En julio de 2008, La Hermanica y yo llevamos a mi sobrino, el Niño Pizo, al Zoo. A punto de cumplir cuatro años, todavía era el Único en la familia…
Cuando llegamos, lo primero que vimos fueron los flamencos. Me agaché a su lado a observarlos y, con los ojos enormes, me preguntó: «Tía-i… ¿cómo se llaman esos animales?». «Flamencos, cariño», le dije yo, «se llaman flamencos».
Entonces me miró, se quedó observando los flamencos con atención y, al rato, me volvió a mirar y me preguntó: «pero… ¿todos?».
Y así nacieron las Crónicas Marquianas.