El jueves pasado fue el cumple de mi PequeñaPlon. Dos añitos ya… dos velas que vienen a recordarme que ya me queda muy poquito bebé y que mi chiquitina, mi Tercerita, mi sorpresa, mi gordita… se hace mayor.

No pude decir nada ese día. Lo intenté, pero no pude. Parece que hay heridas que necesitan algo más de dos años para cicatrizar del todo… heridas que ni el inmenso amor que siento por ella consigue cerrar. Llegó en medio de una tormenta de sentimientos encontrados. Feliz de tenerla en mis brazos… Dolida por lo que me acompañaba… confusa por el futuro que le esperaba… culpable por no saber qué le iba a ofrecer… culpable por no saber si la iba a poder querer a pesar de amarla desde el mismo instante en que la vi, desde el mismo momento en que con mis propias manos la ayudé a terminar de salir y la besé entre lágrimas de felicidad, de emoción… pero también de tristeza por lo que debería haber sido y hacía tiempo que ya no era.
Un año después, justo a la hora en que nació, yo deambulaba por la calle sin poder abrazarla… esperando mi turno para susurrarle al oído lo mucho que la quería… lo mucho que me alegraba de que estuviera en mi vida… pasando tanto frío por dentro como por fuera. Un frío como nunca había pasado.
El jueves pasado la besé tanto que la podría haber desgastado. Sigo sintiéndome culpable… pero menos. Sigo sintiendo frío… pero menos. Sigo sufriendo al recordar algunas cosas… pero muchísimo menos.
El año que viene, cariño mío, cuando cumplas tres y seas una señorita, mamá ya no se sentirá culpable. Mamá ya no tendrá frío y ya no sufrirá, te lo prometo. Te seguiré besando igual si tú me dejas… ¡y si no, también! Y seguiremos celebrando que existes, que llenas mi mundo junto a tus hermanas, que eres mi bebé, mi chiquitina, mi Tercerita, mi pequeña sorpresa… Celebraremos que te quiero. Y que siempre te querré.
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