De Gil de Biedma aprendí que la vida iba en serio, aunque ya sabía por Marisol que en realidad no era más que una tómbola.
Lo de que son dos días todavía no me lo acabo de creer, pues ha habido momentos de mi propia vida que se me han hecho eternos, con esa sensación de estar viviendo mi particular día de la marmota, atrapada en un lunes gris con el que terminar un fin de semana triste y lluvioso.
Que es una caja de bombones me lo contó Forrest Gump y desde entonces procuro coger sólo los que me más me gustan, no vaya a ser que se acaben los primeros… Tenía claro que nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir… que siempre he pensado yo que si todos los símiles poéticos hubieran sido así de fáciles nos habríamos ahorrado muchos disgustos con los comentarios de texto… pero… aparte de todo esto y de tener cada día más claro que vida sólo hay una y hay que vivirla todo lo intensamente que tus circunstancias –léase nómina y progenie- te permitan… hay algo para lo que no estaba preparada.
Ayer, sin saber cómo ni por qué, sin ser consciente de la revolución que crecía en mi interior y sin saber en qué momento había comenzado… ayer, amigas y amigos, así, sin vacilar… busqué a Enrique Iglesias en Spotify, encontré su lista y pulsé el botón de “Seguir”. Y ni me tembló el pulso ni nada. Y bailoteé en la ducha y canté delante del espejo. Y entonces me vi a mi misma fuera de mi cuerpo como si de un viaje astral se tratara y comprendí que me gusta Enrique Iglesias desde hace tiempo, aunque nunca me había atrevido a aceptarlo. Y sonreí, porque vi que era bueno.
Y en ese punto estamos, señores. Os dejo con El Perdón, por si creéis que me lo merezco.