¿Y usted de dónde sale?

Voy a empezar por lo difícil.

Hola, me llamo No soy la madre de Caillou y confieso que en casa, a veces, decimos “chocho”.

Hale, ya está.

Confesado, reconocido y asumido.

Ya sé que es una palabra fea, que la RAE dice que es vulgar y que cuando lo sepan todas esas mamis perfectas de hijos perfectos, fotos perfectas y sonrisas perfectas se van a escandalizar y me van a tachar de esa lista de madres guays en la que nunca estuve, pero… qué le vamos a hacer… No soy la madre de Caillou.

No es que vayamos por la vida diciendo “chocho”, tampoco es eso… pero a veces, de broma, y sobre todo cuando la cosa se nos va un poco de madre con las risas, decimos “chocho”.

En general, cuando tenemos que ser finas o estamos delante de otras personas, al chocho lo llamamos “la pitusina”. Esto a veces genera cierta confusión porque la Yaya se refiere a las niñas cariñosamente como “mis pitusinas” y esto, unido a la obstinada tendencia a la literalidad de la Ingeniera de Cominos, hace que la pobre colapse. Que no tiene que ser fácil enteder por qué tu yaya te llama «chocho»…

También provoca conflictos por comparación, porque la TíaA y la Prima Japy Japo lo llaman siempre “el chochetote”, que es muy manchego,  y claro, cuando nos juntamos todas en el Microcosmos parece que hablamos idiomas distintos.

– Cariño, sube a lavarte la pitusina y dile a tu prima que se la lave también.
– Que dice mi madre que te laves la pitusina.
– ¿Que me lave quéééééé?

Y entonces la TíaA, que siempre ha sido de oído fino y respuesta rápida, grita desde la planta de abajo:

  • ¡EL CHOCHETOTE, NENAAAAAAAA, QUE TE LAVES EL CHOCHETOTEEEEEE! –así, sutil y discreta como es ella…

Y así nos va…

chocho1

El caso es que hace ya un tiempo, después de una hora congelada en el hall del polideportivo en el que la Ingeniera de Cominos practica Acrobática y en el que yo aprovecho para repasar con el Koala sus exámenes, hasta el moño ya de explicarle cuánto duraba la roteision de la Earth, la roteision de la Moon y la revolushion de los planets around the Sun –que se note que vamos a cole bilingüe- no sé qué se atrevió a cuestionarme Mi Medianita Favorita que acabé argumentándole que después de haber tardado exactamente una roteision completa de la Tierra más two hours (es decir: 26 horas) en parirla, no iba a venir ella a decirme lo que podía o no podía hacer.

Y claro… a partir de ahí… Imaginaos. Acabé contándoles a todas cómo habían sido sus partos. El del Comino Mayor del Reino fue fácil, que ella es “hija de mi tripa”, pero Mi Koalita y La Plon salieron por donde estaba previsto que salieran, lo cual las convertía directamente en “hijas de mi chocho”.

Ay, Señor… la que lié…

El Koala y Tercerita lloraban de la risa, no podían más… “¡Hija de tu chocho, mamá, soy hija de tu chocho!”, me gritaban entre lágrimas.

La Ingeniera estaba lívida, no daba crédito. Impactada por esa imagen de sus hermanas saliendo de salva-sea-mi-parte entre coágulos, viscosidades y otros líquidos, apenas pudo articular un “menos mal que yo no salí por ahí, mamá”, agradeciéndole al César haber oficializado las cesáreas como vía alternativa de salida y tratando sin éxito de disimular el asco que le provocaba todo aquello.

El caso es que, con el paso de los días, la fiebre del chocho fue bajando en casa y a mí se me olvidó casi por completo la anécdota. Hasta que, hace un par de días, andaba yo en modo hidra por casa apagando luces y gritando esas cosas tan de madre que yo JAMÁS iba a gritar como ¡¿Y esta luz a quién alumbra?!, ¡La próxima factura de la luz la pagáis de vuestra hucha, DE-VUES-TRA-HU-CHAAAA!” y hasta algún que otro ¡A ver si os creéis que vuestra madre es el Bancoespaña (así, todo junto)! seguido de un ‘¡Cómo se nota que no pagáis vosotras!, cuando pillé a Tercerita, impertérrita, saliendo de su habitación y dejando la lámpara brillando a todo brillar.

Así, sin despeinarse… Delante de mí. Sin inmutarse. Como si mis gritos, mi enfado y mis argumentos no fueran con ella. Como si el medioambiente, el ahorro energético y el Calentamiento Global no fueran con ella. Como si el Planeta en el que vivimos no fuera con ella. ¡Como si el Universo mismo no fuera con ella!

Entonces, fuera de mí, atónita ante tamaña desfachatez, ignorando esa luz roja brillante que en mi interior me avisaba de que tenía que parar y contar hasta 10.000, puse los brazos en jarras en esa pose tan de madre que yo JAMÁS iba a adoptar y, cortándole el paso y señalando la lámpara, vociferé: “y usted, SE-ÑO-RI-TA, ¡A ver! ¿De dónde sale? ¿eeeeh? ¿DE-DÓN-DE-SA-LEEEE?”

A lo que ella, sorprendida por el gesto y yo diría que hasta por mi propia presencia, probablemente asustada por el grito y, por encima de todo, angustiada por no saberse capaz de atinar con la respuesta correcta ante semejante examen sorpresa, me miró desde abajo con gesto de duda y tartamudeó con más miedo que firmeza:

– No sé, mamá… ¿¿¿De tu chocho???

 

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