Cita

Ser o no ser… una mandarina

De vez en cuando me pongo estupenda y tomo decisiones trascendentales del tipo «¡en esta casa se toma fruta de postre y punto pelota!», cosa que a mis hijas no les sienta excesivamente bien, sobre todo a la Ingeniera de Cominos y a su tendencia natural a cuestionar todos y cada uno de mis actos. 

Lo cierto es que una vez llegados al punto de «porque lo digo yo que soy tu madre» se acaba comiendo la mandarina, pero… su cabeza no le da tregua…

mandarina

– Ella: Mamá, ¿de dónde vienen las mandarinas?
– Yo: De un árbol
– E: Ya, pero no digo eso… las mandarinas… ¿de dónde vienen?
– Y: Hija… pues de un árbol que da mandarinas… ¡El mandarino!
– E: Y ese árbol… ¿de dónde viene?
– Y: De una semilla, como todos los árboles… de las pepitas de la mandarina. Plantas una pepita y te sale un árbol que, al cabo de los años, da mandarinas.
– E: Y las pepitas… ¿de dónde vienen?
– Y: ¡¡¡Hija!!! ¡¡¡Pues de las mandarinas!!!
– E: Que sí, que sí… ¿pero de dónde vienen? ¿De dónde vino la primera pepita que hizo que creciera el primer árbol? ¿o quién plantó el primer árbol? ¿De dónde sacó la mandarina para coger la pepita? Si no había árboles que daban mandarinas… ¿cómo creció una mandarina con una pepita dentro? ¿dónde estaba esa semilla? ¿Eh, mami?

… Cri-cri-cri…

E: ¿Eh? ¿Mami?

Miré el reloj. Casi las nueve de la noche. Había que terminar de cenar, recoger, lavar los dientes de tres, el flúor de tres, pises de tres, el cuento, las cosquillas, la ronda de te quieros, las jarritas de agua, el «tápate», besos y achuchones, contar las cosas bonitas con las que soñar para que el Koala no tenga «pescadillas»… y… colapsé.

Lo reconozco… colapsé. Visualicé la cabecera de los dibujos de «Érase una vez el hombre» pero al revés y no me sentí capaz. Rebobiné en mi mente haciendo un repaso vertiginoso de la Teoría de la Evolución pasando por el Homo sapiens, el mono, la extinción de los dinosaurios y los cambios climáticos hasta llegar al Big Bang, y avancé después hacia el enfriamiento del planeta, la formación de la atmósfera, las lluvias, los seres unicelulares, la formación de los primeros seres vivos y… no pude.

«Fue Dios, hija», le respondí. «Fue Dios».

Y es que… No soy la madre de Caillou.

2 comentarios en “Ser o no ser… una mandarina

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